lunes, 2 de julio de 2012

III De Cardexía a Misamis: Port-Said

III
DE BARCELONA  A  PORT-SAID
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El Juez D. César Augusto Velón Pardo con
otros funcionarios españoles. Filipinas 1.892

El 18 a las tres de la tarde, en la segunda escalerilla del muelle de Colón, entré en un botecito que me condujo al vapor. Este veíase rodeado de infinidad de barquichuelos que conducían a pasajeros y personas que acudían a despedirlos. Posesioné me de mi camarote, o mejor dicho de mi litera, pues hay tres en cada uno y en este viajes van todos ocupados por ir veinte y tantos Registradores de la Propiedad que ahora se implantan en Filipinas. Entre éstos hay algunos amigos y conocidos míos. De Jueces voy yo sólo. Van de promotores fiscales, dos compañeros de mi oposición. Así que no se oye hablar más que de ley hipotecaria, de títulos, inscripciones, etc., etc.

Pero iba diciendo que bajé al camarote, donde deposité mis bártulos, volviendo luego sobre cubierta. Pronto comenzó el buque a largar sus amarras, marchando pausadamente, hasta que libre ya de estorbos, empezó a funcionar la hélice y fuimos dejando agua entre Barcelona y nosotros. Sentados en la toldilla que hay a popa del barco, contemplábamos la vista panorámica de Barcelona que percibimos cada vez más confusa a nuestra vista. El vapor, marcha con un movimiento muy igual, notándose algo la trepidación de la hélice, parecida a la de una locomotora, aunque más suave. La constante preocupación de todo pasajero es el mareo. Si me marearé, si resistiré, etc. La frase cambiar la peseta, que se dice por arrojar, se oye repetir continuamente, y como a cada cual se le nombra el puerto de su destino, óyese a cada momento: ¡"Cambió la peseta Cagayán"!, ¡Y locos sur está mareado! ¡Pongasisión teme que teme! "¿y camarine?", "Allá esta Isabela", etc. etc.

Yo me sostengo, y pasadas las primeras horas va entrando en mí la confianza. A las cinco llamaron a comer. Hay dos comedores de primera clase, y en el mío preside la mesa el Capellán. Senté me a su lado; pareció me gallego, le interrogué y en efecto resulta ser de Monforte. Hemos charlado y somos ya casi amigos. Después resultó que le había sido yo recomendado por los de Díaz Varela, de Santiago, a quienes conozco mucho, y aún creo que me dijo que Tucha era su madrina de mar.

La comida era excelente. Yo embaulé mucho más que por el apetito por la conveniencia de tener el estómago bien repleto. A las ocho llamaron a un refresco, que consiste en thé, café o chocolate, a "plaisir"; salchíchón y galletas. Retireme a las once, hora en que se apagan casi todas las luces a bordo, y descansé bien en mi litera aunque despertando a menudo por la novedad de mi lecho.

Levantéme a las siete, tomé el desayuno, thé, café o chocolate y subí sobre cubierta. Habíamos pasado de madrugada cerca de la isla de Menorca y que por tanto no pude ver. Inspeccionábamos continuamente el mar para ver si distinguíamos algún barco, y cuando así sucedía, era de ver sacar catalejos y gemelos con gran dificultad por el movimiento del buques, se dirigían al punto en cuestión; y a oir las diferentes consideraciones que cada cual hacía respecto a la nave en cuestión. A las diez se almuerza, y a la una otro refresco; pastas y agua de limón, o helados, etc... Con que creo que de "bucólica" no hay que quejarse.

Recorrí todo el vapor. La cámara de primera está a popa. Sigue la de segunda próxima al centro del barco. Luego la maquinaria, cocinas, camarotes de oficiales, etc. y a proa vá el pasaje de tercera. Buscaba yo a popa el timonel y no lo veía y es que va junto al puente del capitán, en donde está el cuarto de derrota situado en el centro del barco. Allí manejando la rueda que comunica con el timón e inspeccionando la brújula va el timonel siempre fijo en su tarea.

A la noche vimos dos faros en la isla de Córcega, cuyas costas no vimos por la hora que pasamos, y los mareos aumentan. Pasamos el mar del golfo de Lyón que siempre ocasiona muchos mareos. Yo me paseo con otros dos sobre cubierta haciendo cada "ese" que parece que tenemos "mona".

El día 20 que fué domingo, dijo misa el Capellán sobre cubierta en un altar portátil. Tiene su poesía el estar oyéndola y ver correr las ondas a nuestro lado. Los marineros todos, excepción de los que en el momento prestaban servicios la oían formados con el capitán y oficiales al frente. Los días no feriados el Capellán la dice en su camarote.

Me anunciaron que se veía tierra, fuíme a proa, e indicáronme los marineros una nubecilla bajo la cual se distinguía. Al principio solo se veía la nube per luego fuí ya divisándola. Era la isla de Marítimos a la que íbamos aproximándonos. Es un inmenso peñasco que se eleva a gran altura y en el que no se halla más señal de la mano del hombre que un punto blanco: es un faro. A poca distancia de ésta se ecuentra la de Sicilia que fuimos viendo toda la tarde y pasando algunas veces muy próximos. En una punta de la isla está una inmensa población que es Maisala. Extiéndese toda a lo largo de la playa y hállase rodeada de otros pueblecillos, villas y caserios, que la hacen parecer inacabable. Esta parte de la isla es muy poblada pero también muy árida. Sus costas y playas tiene golfo, ensenadas ni abrigo alguno. Por eso vemos muy pocas lanchas pescadoras. Algunas cruzan, sin embargo, y una pasó tan cerca que nos saludamos con unos pescadores y no nos oíamos. Y seguimos a vista de Sicilia, no tan poblada ya, pero con la misma aridéz e igualdad. De noche ya, pasamos a vista del monte Etna, a decir pasaríamos a vista, si se viera a aquella hora.

El día 21, nada de particular ocurrió a bordo. No vimos tierra. Sólo pasó algún barco a lo lejos. Vámonos ya conociéndonos casi todos los pasajeros. Va un intendente de administración militar. Tres o cuatro oficiales de diferentes armas. Un presidente de sala de audiencia de Cabú; el juez de Misamis; dos promotores fiscales; veinte y tantos registradores; un administrador de hacienda; un capellán de la armada; un telegrafista; un médico, etc. Van también en tercera clase algunos marineros del crucero "María Cristina" que está en Manila. Van algunas señoras y niños, aunque no son muchos. Ya me voy acostumbrando a la vida de a bordo que se me va haciendo muy agradable, sólo que como mucho y el ejercicio que hago no corresponde, de suerte que voy a llegar muy gordo a Filipinas.

Cuatro o cinco veces, cada día, recorro todo el buque; les hago mi correspondiente visita a los víveres que nos acompañan hasta que los devoramo s y que van en sus jaulas. Conejos, pollos y gallinos, pichones, patos, pavos, carneros, marranos, reses vacunas, etc. etc.

Buscaba al principio al timonel y no lo encontraba porque creía encontrarlo a popa pero no va allí sino sobre el cuarto de derrota y próximo al puente del capitán . Allí mirando a la brújula y con la rueda del timón entre las manos cumple su delicada misión.

El día 22 pasó al mediodía un vapor muy próximo al nuestro; era bastante más pequeño que el que nos conduce. Cerca de la noche divisamos, aunque muy confusamente, los contornos de una isla. No pude precisar cual era, pero sí que pertenecía al archipiélago griego. Nos encontramos pues, en las manos de la Grecia, de ese gran pueblo de la antigüedad. ¡Oh! Y quien pudiera torcer un poco el rumbo hacia el norte y encaminarnos a este histórico país y visitar Atenas, la ciudad de Pericles, y contemplar las ruinas del colosal Partenón... y la heroica Esparta ... y todas esas maravillas que no muy lejos de mi se hallan y que con que placer admiraría...

A la noche vimos los faros que según nos dicen están en la isla de Gandía. El calor va aumentando. Estamos a 28º centígrados pero esto es tortas y pan pintado con lo que nos espera. ¡Y pensar que vosotros, tiritando de frio, os calentarías haciendo algún "magosto", y aumentareis las mantas de la cama! ... Pero en fin, en la próxima que será desde Aden ya podré deciros lo que es bueno.

La vida, a bordo, por ahora al menos, se pasa bien. Yo me levanto a las siete, me desayuno y subo sobre cubierta, me paseo, charlo, leo un poco o escribo hasta las diez que nos dan el almuerzo. Después de almorzar paseo un poco sobre cubierta, y luego charlo o leo, o juego al tresillo; partidillas económicas en jugarnos a céntimos de peseta. Depués de comer si acaso vuelvo a jugar, si no me voy al comedor alto donde está el piano, ó en corro con varios amigos tomo el fresco en la toldilla. De 11 a 12 me acuesto.

Mañana a mediodía llegaremos a Port-Said donde descansaremos seis horas que aprovecharé para saltar a tierra y ver aquello. Luego entraremos en el canal de Suez que tardaremos 20 horas en recorrer, pues hay que ir a cuarto de máquina y gracias que ahora se anda de noche merced a la luz eléctrica. A la terminación del canal está Suez luego se entra en el Mar Rojo hasta Adén, donde haremos carbón y pasaremos algunas horas. Allí volveré a escribirte.

Con que ... "saluten pluriman".

AUGUSTO

Próximo capítulo: de PORT-SAID A SUEZ (El Canal)

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