martes, 10 de julio de 2012

XI De Cardexía a Misamis: de Manila a Cebú


- XI -
DE  MANILA  A  CEBU
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Rio Pasig. Manila
El 30 de noviembre, pues, despedíme de los amigos de Manila y me embarqué en el vapor "Brutus" de la Casa Aldecoa y Cía. Tres vapores de estos se disponían a partir en diversas direcciones para conducir carga, correspondencia y pasajeros que distribuyen por diferentes islas de las de Filipinas. Como los tres barcos estaban el río Pasig, amarrados al muelle y muy próximos, cruzábamos de unos a otros saludos y adioses a una gran parte de los comarcanos del "Isla de Panay" que en dicho día abandonaban como yo Manila.

Por fín largó sus amarras el "Brutus" y descendimos por el rio hasta la próxima bahía. Estaba colgado el caldero que indica baguio; me explicaré. Hay en todos los puertos en un punto elevado un telégrafo de señales que indican la entrada y salida de buques por medio de unas bolas que cuelgan una especie de crucetas. Variando la combinación de esas bolas, con banderolas y otras señales indican la nacionalidad del buque que entra o sale del puerto, si es de guerra, correo o simplemente mercante. También se indican las variaciones atmosféricas más importantes y por eso estaba una señal de forma de caldero al lado izquierdo anunciando el baguío. Salimos, no obstante y a fé que yo no temía lo más mínimo (quizás por mi ignorancia) a encontrarme con ese caballero.

Entramos en la bahía ya anocheciendo y a cosa de las doce salíamos por la boca chica del Corregidor. Explicaré también esto. A la entrada de la bahía que es bastante estrecha esta la isla llamada del Corregidor y deja por tanto dos puntos libres a sus dos lados y como son de desigual anchura, por eso hay la boca chica y la boca grande.

El "Brutus" es un vapor bastante cómodo para el pasaje y ahora que estaba con los fondos limpios aún hacia a veces sus ocho y hasta nueve millas por hora, pero como las paradas son muchas y pesadas el viaje siempre resulta larguito.

Del pasaje del "Panay" íbamos el Presidente de la Sala de Cebú, un promotor fiscal, un alférez de navío, cinco registradores, uno con señora, y mi individualidad. Iban además dos o tres militares, por cierto poco adelantados en su carrera y unos diez o doce frailes, agustinos, recoletos y franciscanos. Iba también una señora con un hijo empleado en Cebú y a fé que nos han hecho reir. La señora bastante vieja como mujer, denotaba ser nueva como tal señora, y llevaba un arca de Noé consigo. La perrita, los canarios, el loro, las palomas, nada faltaba allí. Y el hijo aunque un poco ridículo nó dejaba de ser simpático, sobre todo por la correa con que llevaba las bromas, con que lo abrumábamos. El desdichado (al menos por ahora) se había casado por poder y llevaba hechos dos viajes a Manila a esperar a su mujer que debía llegar de España y efectivamente no llegaba. Ahora acababa de recibir carta en la que decía no vendría hasta Marzo.

Como veníamos algunos conocidos ya y los nuevos no eran malos, asi como la oficialidad del buque, no lo pasamos mal. Los frailes, muy campechanos, sueltan un "terno" como si tal cosa, y por regla general son pié para todo.

El día 1 de diciembre lo pasamos navegando por entre islas. No apunto sus nombres pues la relación sería pesada y a nada conduciría, además que sólo podría nombrar las principales. Como que en Filipinas, hay entre grandes y pequeñas e islotes de dos a tres mil. Ahí es nada. Cuentan que cuando Dios lo hizo el mundo se quedo con una poca tierra pegada entre los dedos de las manos y frotándose una contra otra se las limpió y dejó caer las partículas y trocitos de la masa hacia esta parte, formando Filipinas. "Si non é vero é ben trovatto".

Aunque dicho día fué domingo no pudimos oir misa pues no hay capellán en estos barcos, y aún cuando iban muchos presbíteros a bordo no había lo necesario para poder misar.

El 2 por la mañana, llegamos a Romblong, en la isla del mismo nombre, primera escala del vapor. A poco de fondear comenzó a llover y a variar el rumbo del viento por lo que se creyó que venía el baguio y cómo estábamos abrigados se demoró la partida pero afortunadamente no paso de ahí. Aunque yo deseaba saltar a tierra por ver algo de todo, desistía de mi deseo por no animarse los compañeros. A las ocho de la noche cuando ya me disponía a acostarme fuímos sorprendidos por los acordes de una orquesta no mal afinada. Asomeme a la baranda y ví un bote en que venían algunos europeos y una "banca" con una orquesta de índios. Puedes comprender el efecto que hacia oir de noche, en el mar y próximos a un pueblecillo de poca importancia, oir la jota de los ratas y otras piezas de "La Mascota"' y otras zarzuelitas. El gobernador de allí (un capitán llamado Pérez Dávila y pariente de los de la Coruña y Santiago), un español dedicado al comercio y otros dos o tres fueron pues a saludarnos con música, permanecieron un rato a bordo y con ellos bajamos a tierra obsequiándonos explendidamente en casa del Gobernador y comerciante, donde había un piano que no dejó de funcionar pues dos de los comarcanos tocaban y además un índio de la orquesta que no lo hacía nada mal por cierto. Yo canté (¿?) y brindé.

A las doce de la noche subíamos a bordo del "Brutus" que comenzaba a ponerse en movimiento y salimos llegando de madrugada a Cebú y fondeando antes del puerto hasta que fué bien de dia.

Había una marejada un poquillo fuerte, que dificultaba un poco la maniobra de amarrar el buque al "pantalán" (muelles) y como no sabíamos aún el tiempo que se pararía me dispuse a saltar a tierra en bote para no perder tiempo y poder arreglar mis asuntos.

Debía de ser cosa digna de ver mi personita muy enlevitada y enchisterada, metida en un bote que se balanceaba que era un contento, y recibiendo unas rociaditas de esas que parece se le meten a uno por entre los pliegues de la ropa. Y así a tierra pasando antes por sobre un carro que estaba metido en el mar para desembarcar por él. Y del bote salté al carro, pasé sobre un pacientísimo "carabao" que lo conducía y de éste a tierra.

Fuíme a la Audiencia, y presentéme a los Señores del margen, que me recibieron con mucha atención y cortesía, dispensándome de la visita de venir que es de rúbrica para prestar juramento.

Mujeres españolas en Manila
Estando con el Presidente en su despacho, se presentó allí un índio que me dijo era un abogado, nombrado juez interino de uno de estos distritos. ¡Un índio, abogado y juez! Inspeccioné su físico disimuladamente y... parecíome el aspecto ferozmente. Pero cuando poco después me vestí la toga para jurar me encontré que hacían lo propio con dos o tres dominicos que asistieron a la solemnidad. A la verdad dióme ganas de romper el magistral traje al ver los que aquí lo usan. Porque si el abotado juez-interino me pareció mal al principio desde que ví a compañeros suyos me parecía ya una gran cosa. Ante el Tribunal en pleno, con la mano puesta sobre el libro de los Evangelios presté juramento mediante una larga fórmula, el día 5 de diciembre, día de San Francisco Javier, santo de mi padre. Terminadas las ceremonias y formalidades fuíme con varios compañeros de viaje a comer a la única fonda de Cebú, que es bastante mala.

Por la tarde visité al personal de la Audiencia y volvime por la noche al "Brutus" donde había mucho movimiento con la faena de carga y descarga.

Cebú es una gran población regular, como que tiene Yobunador, Brigadier, Obispo y Audiencia. Es punto comercial pues allí se recibe de otros pueblos azucar y tabaco que embarca para Manila y creo que a China.

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