sábado, 7 de julio de 2012

VIII De Cardexía a Misamis: Colombo - Singapore

- VIII -
COLOMBO - SINGAPORE
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De Aden a Colombo no puede darse mayor contraste. Causa extrañeza en este viaje la variedad que se nota entre los diversos países que se recorren. En Aden no se veía más que rocas peladas; en la isla de Ceylan había una vegetación exuberantísima. En Aden hace siete años que no ha llovido; en Colombo apenas pasa un día que no llueve. Cuando nos aproximábamos a tierra y divisamos los verdes arboles que surgen de todos lados llegando hasta la orilla del mar se nos vino encima un nublado que no tardó en traernos un formidable chaparrón. Nos supo como es de presumir, a cuerno quemado, porque temíamos no poder ir a tierra con tal motivo, pero afortunadamente después de almorzar aclaró y en un vaporcito nos trasladamos a Colombo. Tratamos Enseguida de buscar carruaje pues es una población muy grande. Tres medios de locomoción teníamos para elegir: carruaje tirado por un caballo, idem tirado por carabao (una especie de ganado vacuno). Carruaje tirado por indios que marcha a la carrera y aún muchas veces entrega una fusta para que le hostiguen. Nos decidimos por ser arrastrados por un caballo y marchamos a recorrer lo principal. Las casas encuéntranse en el centro de preciosos jardines. Las calles adornadas con árboles de estos climas y terrenos llenos de cocoteros, palmeras, magnolias y otros árboles. En los jardines flores rarísimas, de brillantes colores. Muchos pájaros, algunos hermosísimos, ardillas que saltaban y subían por los árboles. Hay algunos lagos deliciosos, lagunas donde se cultiva el arroz; he visto también la caña del azúcar y por fín llegamos al bosque de la canela. Son unos arbustos de hoja parecida al limonero pero que despiden un aroma muy agradable. El país de la canela. Y de canela parece todo. Los indígenas son de tal color. Las calles que están como nuestras carreteras tienen arena roja. Cayó otro chaparrón, y las aguas que corrían iban rojas, si bien era debido a la tierra que arrastraban.

Llovíó mucho en poco tiempo, pero antes de mucho ya estaba todo seco, y como si tal cosa. Fuímos a ver una pagoda donde encontramos a Brahana, Vischemi, Sucas Budda y "Cía". No es un templo monumental. Hállase distribuído en varios pequeños compartimientos. La escultura y pintura son como hace dos mil años. Entre las diversas figuras nos enseñaron una pintada en la pared que representa al diablo. Este es un caballero particular sin otra especialidad que la de tener tres ojos.

Volvímonos hacia el puerto y en una calle encontramos un tropel de chiquillos indígenas que con sus libritos volvían de la escuela. Entre los tipos del país llamaban mi atención especialmente los ancianos. Con venerable barba y una peineta en forma de herradura que colocan con la punta hacia delante.

Visitamos luego algunos bazares donde se expenden con preferencia objetos de concha y ébano. Por fín acercándose la hora de la partida volvimos a nuestro barco que zarpó a las tres de la tarde.

Por la noche nos esperaba el espectáculo de una tempestad y cuadra perfectamente lo de espectáculo pues no hubo que luchar con ella. El agua caía a torrentes, relámpagos, truenos, alguno de los cuales nos estalló mismo encima; pero un llover dasatinado como no se vé ni puede uno formarse idea. Como es consiguiente había señoras asustadas e individuos algo gallinas que no las tenían todas consigo. De Colombo a Singapore se atraviesa el golfo de Bengala, célebre por su fosforescencia. Sin duda no es esta época oportuna pues no se deja ver. Pasado el golfo, éntrase en el lago estrecho de Malacca, entre esta península y la isla de Sumatra. A la entrada se ven algunas islitas que a alguna distancia parecen formadas de áridas montañas, pero al acercarse un poco se encuentra uno con una vegetación no vista. Todo está cubierto de árboles, desde el pico de una montaña hasta la orilla del mar. Vénse solo algunos claros de un color verde claro, que deben ser pastos o plantíos. Así es también lo que se ve de Sumatra y de Malacca. A1 final del estrecho está Singapore adonde llegaremos esta noche pero no se si entrará en el puerto, pues sólo puede entrarse de día. Un detalle de Colombo que se me ha pasado desapercibido. Antes de llegar a ese puerto encontramos multitud de pequeños barcos y me llamó la atención que llevaban vela y remos. Luego observé que los remos eran dos e iban de un solo lado. Por fín más de cerca comprendí lo que era. De un lado de la embarcación van dos palos tendidos sobre el agua y cruzado sobre ellos otro, que va a flor de agua. Esto hace insumergible la piragua. Y en verdad que lo necesitan pues son unas piraguas tan sumamente estrechas que no cabe dentro de éllas un hombre de frente y van sentados encima, llevando las piernas dentro únicamente.

Entre ocho y nueve de la noche fondeamos a una hora de Singapore.

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