jueves, 5 de julio de 2012

VI De Cardexía a Misamis: Adén - Mar de las Indias

- VI -
ADEN.- EL MAR DE LAS INDIAS
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Hacia la terminación del Mar Rojo vuelven a distinguirse con claridad las áridas cstas africanas y asiáticas. Algunos islotes, peñascos de bastante elevación se ven cerca de las ultimas. Unas horas antes de llegar a Aden se pasa el estrecho de Kab-el-Mandeb. Es muy angosto, justificando asi su nombre. En la parte de Africa hay unos formidables fuertes que pertenecen a los aprovechados ingleses. Estos caballeros, cuando se emprendió la gran obra del canal de Suez, hicieron una oposición tenaz, logrando que el Kedive retirase la subvención metálica y el auxilio de brazos que concedía. Pero a pesar de eso el canal se hizo y entonces dedicáronse a adquirir sus acciones y lo hicieron tan bien que hoy son dueños casi absolutos. Tienen pues las dos llaves del Mar Rojo, el canal y las fortificaciones de Kab-el-Mandeb, frente a las cuales y en el continente asiático hay un mezquino establecimiento italiano. Pretenden contrarrestar la ingerencia inglesa pero les falta mucho aún.

El trayecto desde el estrecho a Aden se recorre a la vista de costas. Distinguimos en la de Africa una pequeña casa blanca, en la playa, sobre la cual se veía una cosa encarnada que algunos afirmaban era una grande ave. Fuime al punto por los gemelos, para observar tan curioso animal y vi en efecto, que no había tal pájaro, sino nuestra bandera, roja y gualda, que ondeaba majestuosamente y a la que saludamos con entusiasmo, pero no sé que significaba en tal paraje.

Llego la noche, Aden aun distaba; íbamos a llegar a altas horas de la noche y como se para poco tiempo no se puede ir a tierra. Acostéme pues, pero muy temprano despertóme un ruido especial que no era el que hacen con el baldeo del buque, al que ya estoy acostumbrado. Quedéme otra vez dormido, pero desperté de nuevo al poco rato. Oía palmadas, gritos extraños y un pataleo especial sobre cubierta. ¡El baile de los indígenas! Me vestí a escape y me lancé sobre cubierta. Como en Port-Said infinidad de vendedores ofrecían mil baratijas. El baile poco tenía que ver pero sí los bailarines. Hermosos son los

Naturales de este país. Buenas estaturas, muy bien formados, de elegantes formas, color casi de chocolate; un cutis finísimo; pelo rizado pero sedoso y fino. No traían más traje que un taparrabos formado por una especie de banda que anudaban con una gracia a la cintura y que les cubría hasta la rodilla. Desde que el barco comenzó a aparejar y los hicieron marcharse, quedáronse algunos en botes alrededor del barco pidiendo les arrojaran monedas a la "mer". No he visto mejores nadadores. Con pasmosa facilidad bucean y recogen una moneda aunque se les arroje a distancia, que se cuelan por debajo de una lancha de uno a otro extremo ó formando un grupo de veinte o treinta sostiénense en el agua merced a un ligero movimiento de piernas y batiendo palmas corean muy a compas; "A la mer"... óóójóó... "a la mer"... óóójóó...

Aden como casi todo lo visto desde que salimos de Europa es aridísimo. Fuertes, Consulados de todas las naciones y algunos otros edificios. Salimos al Oceano Indico, continuamos bordeando la costa africana hasta pasar el cabo Gardanfuí que es el punto más oriental del continente, y entramos en la parte mas monótona del viaje. Ocho dias en que apenas se ve tierra. Pasamos por el ancho golfo de Omar. La mar en su superficie está tersa y tranquila pero no así más abajo. Hay lo que se llama mar de fondo que imprime un fuerte cabeceo al buque y ocasiona mareos que hace días no se habían visto. Esto duró un par de días, más luego calmó bastante. Faltan un par de días para llegar a  Colombo, en la isla de Ceylán. Dicen que es fertilísima, de suerte que la primera tierra que veamos será preciosa. Nada de particular vemos fuera del barco. Hablemos pues de la vida interior.

Próximo capítulo: Tipos de a bordo – Escenas y lances

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