martes, 3 de julio de 2012

IV De Cardexía a Misamis: Canal de Suez

 IV
DE  PORT-SAID  A  SUEZ (El Canal)
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El 24 por la mañana vamos acercándonos a tierras, pero a la costa africana, pues de Europa ya nada volveremos a ver. Lo primero que se presenta a nuestra vista es un alto palo que me dicen es de un barco y otros que un faro. Parece muy alto para lo primero y muy escueto para lo segundo. Sin embargo, percíbense unas escalerillas a sus lados que parecen dar la razón a los que suponen faro, pero no lo es, sino una machina una especie de calria. Vénse también multitud de barcos pescadores con velas latinas y algunos de alto porte. Vénse a los lados del espárrago que tanto nos dió que hablar de árboles y otros detalles que nos indican una no muy grande población, y digo detalles porque sólo se perciben algunos detalles de edificios. El terreno es tan bajo que no se nota, pues no sobresale del nivel del agua, tal que los árboles parece que no arrancan de ella. Es Danita, ciudad que desempeñó un importante papel en la época de las Cruzadas. Nos llaman a almorzar y cuando terminemos ya habrá desaparecido Daneta de de nuestra vista, percibiendo solo algunos barcos y gaviotas que cruzan en diversas direcciones.

A cosa de las 11 comienza a distinguirse Port-Said. El Faro y algunas torrecillas, árboles, luego algunos edificios, pero nada de montañas ni la menor prominencia del terreno. Muchos vapores entran o salen del puerto. Por todos lados del barco vése a todo quisque terminando su correspondencia para entregarla luego al sobre-cargo que la hará llegar al correo. Los marineros hacen preparativos para la entrada en el puerto. Se izan las banderas. Acércase un vaporcito remolcando una lancha en que viene un práctico, al que arrojan una escalerilla de cuerda, y sube al puente donde le esperan el capitán y oficiales. Salúdanse y encárgase de la dirección el práctico, transmitiendo las órdenes el capitán. Vamos entrando en el puerto en donde hay muchos buques de diversos países. Vemos casas de forma elegante y extraña aunque todas construidas con materiales ligeros. Tiene en todos los pisos una especie de galerías abiertas, muy anchas y que deben prestar mucha comodidad y frescura. Pasean diferentes personas por la plaza y muelle y entre ellas, un mozo negro como el azabache muy mal vestido, lo cual nos permite ver su al parecer embetunada musculatura. Llega la sanidad y cubiertas las formalidades, establécese comunicación y saltan sobre cubierta multitud de comerciantes ambulantes que abren sus cajas y presentan mil chucherías que venden bastante baratas, es cierto, pero explotando cuanto pueden al comprador. Por ejemplo, vendían lentes ahumados, que son muy convenientes en este viaje para evitar la reverberación del sol sobre las aguas y el que se metan en los ojos las arenas del desierto. Al principio vendíanlos a cuatro pesetas y últimamente a una. Yo me los traía ya de Barcelona pero quise comprar unos gemelos que pregonaba un italiano y me pidió seis duros y que no ganaba ni media peseta. Desistí de la compra, pero poco antes de marchar los obtuve por cincuenta reales.

Rodeaban el barco multitud de rapaces que pedían les arrojasen monedas e iban a buscarlas al fondo de mar. No me extrañada esto pues ya he visto buenos buzos, pero me chocaba como en unas aguas revueltas por el continuo movimiento de buques podían distinguir una moneda de cobre. Veíanse flotando en el mar unos extraños seres que dudo si pertenecerán al reino vegetal o animal. Eran de éste, llámanse "aguas malas" y su forma es muy parecida a la de los hongos, pero de un precioso color azul. Conóceseles también por la denominación de "de la muerte señor Amaro" tontos.

Pero vamos a tierra que sólo nos conceden dos horas exactamente. Saltamos en botes, en que a porfía nos convidan unos asquerosos marineros turcos. Ponemos al fín el pié en el muelle y pisamos tierra firme. Arranca frente al punto donde desembarcamos una calle recta que me pareció corta pero que luego resultó inacabable.

Port-Said es una población de lo más original del mundo. Debe su existencia al Canal y vive explotando a los viajeros. Vénse allí individuos de todas las religiones y óyense hablar todos los idiomas. Las calles son tiradas a cordel. Su piso es de arena así que cuando llueve, lo que ocurre con frecuencia, no se podrá transitar por la población. Cada casa es un comercio, de todos lados asaltan a uno ofreciéndole cincuenta cosas. Oí mucho en un café, acerqueme y ví a varios compañeros que estaban tomando cerveza. Había una orquesta compuesta casi toda de mujeres alemanas. Hicieronme gracia sobre todo las que tocaban timbales y platillos. Decían que eran muy bonitas, pero a mi ninguna me chistó, y sólo una encontré pasable. Lo más gracioso fué que cuando los aficionados a cerveza pagaban por cada copa una peseta, acercóseles a la mesa una señora con un platito cubierto con una servilleta muy limpia y con algunas monedas de plata. No decía una palabra, pero alargaba el plato donde algunos depositaron su peseta creyendo que así pagaban pero resultó que aquello era para las músicas y tuvieron que soltar nueva mosca.

Visité la mezquita árabe, que ví sólo desde la puerta por no descalzarme. Algunos mahometanos estaban tumbados, como durmiendo, otros arrodillados hacia Oriente, bajándose al suelo con frecuencia, y otros en una asquerosa pila que había en la entrada hacían sus abluciones. Dentro no había altar ni cosa parecida. Una especie de camarín vacío y un púlpito de forma extraña que es de donde el ministro lee el Corán y habla.

Entré también en una humilde Iglesia cristiana donde recé algunas oraciones. Ví otra de mucho mejor aspecto, pero no entré pues el tiempo no llegaba a nada. Pasé también por junto a la Griega que está cerrada; tenía una cruz de cuatro brazos, cada uno hacia su viento.

Paseábanse algunas inglesas muy elegantes, con trajes claros acompañadas de niñeras muy bien vestiditas. Entre las muchas cosas que nos ofrecían, chocáronme unos borriquitos que se alquilaban. ¡Borricos de Cartagena! ó ¡Borricos de Barcelona! Nos decían. A los ingleses se los ofrecían probablemente de Liverpool y a los franceses de Marsella. Aunque el español es lo que menos hablan entendíannos bien, sin embargo chapurreando palabras en diversos idiomas, y es que aquello tiene algo de Babel.

Encontré mujeres con su caras cubiertas por un velo negro que sujetan con una cosilla de latón y que les dejaba descubiertos los ojos. Por supuesto que los llevan de adorno pues con frecuencia se dejan ver la cara. Tambien es verdad que no ví ninguna que fuese fea. Delante de algún asqueroso café, veíanse algunos mozos reclinados negligentemente y fumando en sus largas pipas con su habitual gravedad.

Volvimos a bordo. Aún tardamos más de una hora en zarpar. Muchos eran los vapores que entraban y salían, como que el movimiento del canal es grandísimo. Y no es nada lo que se paga. Nuestro buque aportó cera de 13.000 duros por viaje de ida y vuelta. Una friolera ...

Parecíame un barco inmenso el "Isla de Panay" pero entró en el puerto un vapor de la marina inglesa, lleno de migrantes para Australia. Era precioso, con dos chimeneas y cuatro palos y comprendíase que debiera tener grandes comodidades. Debía llevar cerca de dos mil personas entre tripulantes y pasajeros.

Al anochecer salimos para entrar en el canal. Antes no podía pasarse más que de día, pero ahora colocan en proa un aparato eléctrico con un gran foco que va iluminando el paso. El canal es estrecho, algo menos que el río Ulla, junto al puente. Hay estaciones para el cruce, pues los buques no pueden ir más que de uno a uno, y a veces hay que detenerse para esperar a que lleguen otros. No puede andarse más que cuarto de máquina que resulta como unas dos leguas por hora. Debíamos llegar a Suez en unas veinte horas, pero no contabamos con las huéspedas y de éstas tuvimos tres, nada menos.

Primera huespeda del Canal.- A dos horas de Port-Said se descompuso el aparato eléctrico y dijo "no quiero dar más luz". Estuvimos detenidos en una estación desde la nueve de la noche hasta las dos y media de la madrugada en que trajeron otro aparato de Port-Said. ¡Y que espectáculo tan delicioso! El canal en el punto donde nos vimos forzados a detenernos formada una gran recta y allá bastante lejos en realidad, pero que nos parecía al principio muy cerca, veíase un sol eléctrico que todo lo iluminada. Tardó lo menos una hora en llegar junto a nosotros. El aspecto que ofrecían las orillas del canal profundamente iluminadas, y nuestro mismo barco en la parte de proa, era precioso. Próximo ya el barco quedamos en la oscuridad, pues la luz va en disposición que alumbra sólo a una distancia. Tres buques ví en esta disposición hasta que cansado me retiré a descansar.

Púsose el buque en movimiento a las dos y media de la madrugada, y a las siete desperteme al sentirlo de nuevo parado. Era la 2ª huéspeda. - La niebla, espesísima, no nos permitía distinguir los objetos a dos pasos de distancia, y en esta disposición era imposible continuar. Por fín a las nueve, aclaróse y pudimos seguir nuestra interrumpida marcha.

Caminamos entre Africa y Asia. Mejor dicho, entre arena por la izquierda y arena por la derecha. A uno y otro lado vénse obras de defensa para que las movedizas laderas no se derrumben y se obstruya el canal. ¡Y que obra monstruosa ha sido la de esta vía! Porque no ha sido cuestión de abrir una larguísima zanja sino de abrirla en terreno inconstante, donde un viento algo fuerte destruye en pocos minutos el trabajo de muchos días. Y las dragas continuamente lo recorren limpiando el fango de su fondo. Algunas matas raquíticas y sin jugo, surgen de la arena. Tratan sin duda de procurar alguna Vegetación que enlace tan movible suelo.

Asquerosos moros saltan de la orilla al agua, sin desprenderse de sus harapos que sacan después a costillas, arrojándoles desde el barco frutas y mendrugos de pan que recojen con avidez. A lo lejos vemos alguna caravana que cruza el desierto en dirección a la Meca y en la que no faltan los estrambóticos camellos. Algunos carritos ví también tirados por un moro que hace de bestia. ¡Infelices! Tenemos que hacer frecuentes paradas en las estaciones. Atravesamos un lago en cuyas márgenes se encuentra Ismailía. Hay un palacio que divisamos a lo lejos, rodeado y casi oculto por árboles, donde la Emperatriz Eugenia asistió a la inauguración del canal. Otro, muy bien situado por cierto, de Lesseps y otro del Kedive que en la actualidad está destinado a Harem.

La parte esa de Ismailía, es un precioso oasis en medio de este árido desierto. El calor no nos molesta. Indudablemente se dejó sentir más estos días pasados.

A poco de salir de ese lago, o mejor dicho laguna, pues no tiene grandes dimensiones entramos en el lago amargo muy extenso, y que parece un pequeño mar. De el salimos, o mejor dicho entramos en la última parte del canal que aquí es más estrechos que en los otros trozos.

Después de comer, estaba jugando al tresillo en el fumadero y a cosa de las ocho de la noche, en el momento en que presentaba mis últimos naipes diciendo "entrada y estuche a diez" ... inclínase la mesa, caénse los tantos y sillas, muebles, todo el barco inclínase hacia la derecha y queda inmóvil en esta posición. Era la 3ª huéspeda. - Una varada. Al momento lo comprendí, pues ya sabía lo frecuente que son estos incidentes en el canal y que sólo es cuestión de una detención más o menos larga pero por completo exenta de peligros. Como que no hay posibilidad de hundirse y desde el barco casi se salta a tierra.

Pero como es de suponer no todos tenían esa serenidad y oíanse gritos, carreras, chiquillos que chillan y lloran, padres que los buscan, voces de algunos que tratan de tranquilizar y arman ellos sólos más barullo y viajero hubo que muy precavido corrió a ponerse el salvavidas sin duda para nadar entre arena. Pero en fín a los pocos minutos la gente se fué calmando y renació la confianza. Había quien decía que sería cuestión de algunas horas, otros sostenían que tardaríamos por lo menos tres días. Dispúsose la maniobra, lanzáronse cables que se apoyaron en postes que hay expreso a las orillas funcionaron de cabestrantes y sin oir un grito ni una mala expresión, con el mayor orden, como si se tratara de los más natural del mundo, sentimos que el buque recobraba poco la horizontalidad. Está sin embargo sujeto en el fondo arcillo del suelo, pero merced a nuevas maniobras pronto lo vimos a flote y de nuevo emprendimos nuestra marcha. He oido a personas que han navegado y sufrido accidentes parecidos hacer los mayores elogios del capitán y tripulación. Como hora y media sería todo lo que paramos.

A la una de la madrugada llegamos a cerca de Suez. Se veían luces en el pueblo que está un poco distante del puerto. Había varios buques fondeados allí y el nuestro también se detuvo algo para desembarcar el práctico del canal, y el aparato eléctrico. Tardamos en llegar a Suez de Port-Said unas 33 horas pues perdimos con las "huéspedas" unas o doce o catorce. Suez no tiene el movimiento de Port-Said. Ha perdido con el canal, porque antes transbordaban por ferrocarril los viajeros de allí a Alejandría, pero ahora todos los barcos hacen estación en Port-Said para hacer carbón y con tal motivo sacan todo el jugo que pueden a los pasajeros y en Suez es casi una rareza que se detenga un barco. Yo no ví más que las luces de la población y distinguí algunos árboles ordenados. Son paseos que con trabajo forman pues tienen que transportar la tierra de otro sitio. A las dos horas de la mañana el acha anclóse a la entrada del Mar Rojo.

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